divendres, 12 d’abril del 2013




Casi todos los días conocemos nuevas personas y vemos a otras por última vez. Casi todos los días ocurre algo nuevo en nuestra vida y ocurre algo por última vez. Por eso, tenemos que aprender a dejar ir. Tenemos que aprender a dejar ser. Sin apegos, ya que sólo después de vaciar un vaso, podemos llenarlo con el contenido que se requiere en ese momento.
Por mucho que amemos a alguien o algo, con el tiempo se nos llama a crecer. Estamos llamados a evolucionar. Está en nuestra sangre. Está en nuestra alma. El cambio es necesario no para hacernos sufrir, sino para romper la piel exterior de nuestras limitaciones y dejar libre a la libélula que habita dentro de nosotros.
Algunos dicen que la gente no cambia. Quizás es verdad hasta cierto punto pero yo no lo creo. Somos el reflejo de lo que pensamos y lo que pensamos siempre puede cambiar para bien o para mal.
Yo creo que somos como ríos. Siempre fluyendo, siempre cambiando, pero al mismo tiempo, siempre los mismos. El agua nunca es la misma, pero el río sí lo es. Y es el movimiento del agua lo que hace que el río esté vivo. Si el agua deja de fluir, pierde su pureza y el río deja de ser.
Permanecer atados al pasado o a una persona, detiene el flujo de la vida y la llegada de nuevas aventuras y más gente maravillosa. Y nuestro sufrimiento no es la consecuencia de perder algo o a alguien. Es la consecuencia de estar atado a lo que pierdes. Cuando te encuentras atado, dejas de ser un río. Pierdes tu libertad y corres el riesgo de perderte a ti mismo porque ya no estás abierto a las nuevas oportunidades que te da la vida.
Sin embargo, este desprendimiento no significa que ya no debamos amar o que debamos dejar de dar importancia a las cosas o a la gente. Todo lo contrario. La única forma de vivir a plenitud es entregándonos a la vida en el aquí y el ahora, disfrutando y amando a las personas y a las circunstancias que nos rodean, aún y que cuando amamos, resulta muy difícil no quedar atado a la persona o al objeto de nuestro amor.
¿Y cómo puedes convertirte tú en un río?
Hay una herramienta que puedes usar para encontrar el equilibrio en tu vida y fluir como un río. Esta herramienta es el amor. Muy simple pero muy poderosa. Cuando amas, disfrutas el momento y disfrutas de la gente a tu alrededor. Vives plenamente y no pides nada a cambio porque no tienes miedo a exponerte al flujo de la vida. Pero este mismo amor es lo que te hace libre cuando tienes que dejar ir. Te amas lo suficiente a ti mismo para saber que puedes continuar sin necesidad de sufrir y amas a las otras personas lo suficiente para dejarlas continuar con sus vidas, especialmente si han dejado el capullo de sus cuerpos y están listas para regresar a nuestro padre.
Libérate de tu pasado y de tu futuro, y abraza a tu eterno presente. Endulza tus días con la cálida sonrisa del niño que está dentro de ti. Marca tus caminos con la paciencia y la calma del que sabe que no hay límites para un corazón que ama y cree más allá de cualquier lógica.

C.Interior

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