divendres, 22 de febrer del 2013





La vida de Hellen Keller
Hellen Keller nació el 27 de Junio de 1880 en Alabama, era una niña con mucha vitalidad y buena salud. Con una personalidad muy sociable, podía decir unas cuantas palabras. A temprana edad la fiebre la apartó del mundo. Es como si, después de haberla encerrado en una oscura prisión, hubiera arrojado la llave a un precipicio.
Sus primeras experiencias
Pero Hellen no se desanimaba fácilmente. Pronto comenzó a explorar el mundo usando sus otros sentidos. Seguía a su madre sujetándose a su ropa. Tocaba y olía todas las cosas que estaban alrededor de ella y sentía las manos de otras personas para “ver” lo que estaban haciendo e imitaba sus movimientos. Era capaz de hacer algunos trabajos como ordeñar las vacas o dar forma con sus manos a la masa.
Hellen aprendía y reconocía a las personas palpando sus caras y sus ropas. También podía decir en qué lugar del jardín se encontraba, olfateando las diferentes plantas.
A la edad de siete años de edad ya llevaba inventados 60 signos diferentes que le servían para comunicarse con su familia.
Su infancia
Hellen era única, extremadamente inteligente y muy sensible. Ella misma era capaz de moverse con sus sentidos en un mundo que le era extraño y confuso, pero tenía sus propias dificultades. A sus cinco años de edad Hellen comenzó a darse cuenta que era diferente a las demás personas. Se percató de que su familia no usaba los signos como ella lo hacía sino que se comunicaba a través de la boca.
A veces se colocaba entre dos personas y les tocaba los labios. No podía entender lo que estaban diciendo y no era capaz de transmitir sonidos para querer decir algo con significado. Quería hablar, pero siempre que lo intentaba no se le entendía. Entonces se enfadaba pegándose contra la pared de su habitación, pegando patadas y llorando con frustración.
Su frustración crecía con ella. Se convirtió en una persona salvaje y revoltosa. Si no conseguía lo que deseaba se ponía muy agresiva. Sus travesuras favoritas eran tirar la comida de los platos de otras personas y romper objetos frágiles.
Una vez le encerró a su madre en una despensa. Esta situación hizo que se viera claramente la necesidad de hacer algo.
Antes de que Hellen cumpliera siete años, la familia contrató a una tutora.
La tutora
Anne Sullivan venía de un ambiente pobre. Había perdido la visión a la edad de cinco años. Fue abandonada en una casa muy pobre donde su familia se deshizo. Tuvo la suerte de haber sido acogida en el Colegio Perkins para Ciegos -en Boston-.
En el colegio le llamaban “fiera” por su aspecto de cabezona y por su mala actitud. Afortunadamente el director se dio cuenta de que podía aprender a comportarse y llegó a ser una de las alumnas más inteligentes.
Después de varios años, y tras dos operaciones recuperó la visión.
Se graduó obteniendo el título de honor.
Para el director de la escuela estaba claro que Anne Sullivan era la persona adecuada para educar a Hellen Keller.
Anne pronto se dio cuenta de por qué Hellen tenía tantas rabietas. Hellen daba patadas, gritaba y mordía. Anne conseguía vencer las batallas utilizando su fuerza y mucha paciencia.
El alfabeto manual
El siguiente paso dado fue la decisión de enseñar a Hellen el alfabeto manual. Es una lengua de signos en la que cada letra es signada en contacto con la mano de la persona sordo-ciega de manera que pueda sentir la forma del signo y su significado. Cada letra tiene un signo separado. Esto significa que las palabras y las frases pueden ser deletreadas. También permite que se puedan expresar las ideas más abstractas. Anne le ponía en contacto con el agua y le deletreaba la palabra A G U A, haciéndolo repetidas veces, hasta que Hellen empezaba a darse cuenta que cada letra que deletreaba representaba el significado del agua. Esta experiencia le ayudó a darse cuenta que cada cosa que había en el mundo tenía un nombre. Así comenzó a animarse y cada cosa que encontraba la cogía y preguntaba a Anne cómo se llamaba.
Anne continuó enseñándole Le hablaba sobre todas las cosas que ocurrían a su alrededor. Deletreaba todas las cosas en la mano usando frases completas más que simples palabras. Trabajando de esta manera, Anne iba preparando a su alumna Hellen, con nuevas palabras e ideas que necesitaría para poder prepararla para enseñarle a hablar.
Las dos solían pasear juntas por el campo hablando sobre las ideas que surgían de la mente de Hellen. De este modo Anne consiguió mantener la atención y el interés de Hellen a aprender cada vez más cosas.
El cambio de Hellen
Como resultado de todo este trabajo, Hellen llego a ser más amable, y pronto aprendió a leer y escribir en braille. También aprendió a leer de los labios de las personas tocándoles con sus dedos y sintiendo el movimiento y las vibraciones. Este método se llama Tadoma y es una habilidad que muy pocas personas pueden llegar a desarrollar.
También aprendió a hablar, y este es el mayor logro de alguien que no podía oír absolutamente nada.
Anne decidió que Hellen aprendiese más cosas que necesitaría para poder ir a un colegio. En 1888 las dos fueron al Instituto Perkins para Sordos en Boston. Allí Anne continuó enseñando a Hellen pero con materiales y textos que había en la escuela. En 1894 fueron a la Escuela Wright – Humason para Ciegos en Nueva York. Anne continuó con Hellen enseñándole distintas lecciones y actuando como su intérprete. Ella interpretaba en las manos de Hellen lo que los profesores decían en clase, y transcribía en los libros utilizando el sistema braille.
Su primer libro
Hellen demostró ser una excelente estudiante, y se graduó con título de honor de la Radcliffe College en 1904. Tenía un poder de concentración extraordinario, excelente memoria y muy buenos recursos personales para mejorar. Mientras estaba en aquella escuela escribió “La Historia de Mi Vida”. Este libro tuvo un rápido éxito y gracias a él ganó suficiente dinero para comprarse su propia casa.
Hellen era muy religiosa y su fe le ayudó a examinar el mundo de una forma más cuidadosa. Comenzó a darse cuenta de que el mundo estaba lleno de injusticias y que todas las personas no estaban en el mismo nivel de igualdad. La ceguera era, a menudo, causada por una enfermedad nacida de la pobreza. Hellen colaboró en la creación de la Fundación Americana para los Ciegos con el objetivo de ofrecer servicios a otras personas ciegas.
Hellen se hace famosaRecorrió todo el país, dando numerosas conferencias. Escribió muchos libros sobre ella y se hizo varias obras y películas sobre su vida. Llegó a ser famosa, fue invitada por muchos países y recibió varios títulos de Honor de diferentes universidades extranjeras y de monarcas (reyes). En 1932 llegó a ser Vicepresidente del Royal Institute for the Blind in the United Kingdon (Real Instituto para Ciegos en el Reino Unido).
Después de su muerte, en 1968, se creó una organización en memoria suya para poder ayudar a los ciegos en un mundo en desarrollo. Hoy esa institución llamada Hellen Keller International, es una de las más grandes organizaciones que trabajan con personas ciegas de todo el mundo.
Ella escribió …
“Donde hay un sonido muy sutil nada puede prevalecer entre éste y el silencio. Hay más significado en cada cosa en sí misma, que todas las cosas que puede abarcar la vista.
Mi mano es para mí lo que el oído y la vista juntos son para vosotros. ¡Cuántas veces viajamos por las mismas carreteras, leemos los mismos libros, hablamos el mismo idioma, y no obstante nuestras experiencias son distintas! Todos los actos de mi vida dependen de mi mano como de un eje central. A ello le debo mi continuo contacto con el mundo exterior. También es mi mano la que me permite salir del aislamiento y de la obscuridad.
Las ideas forman el mundo donde vivimos y son las impresiones las que transmiten las ideas. El mundo en el cual vivo se halla construido sobre una base de sensaciones táctiles, desprovistas de todo color y sonido físicos; pero a pesar de ello, es un mundo donde se respira y se vive. Cada objeto está íntimamente ligado en mi mente a esas cualidades táctiles, las cuales, combinadas de diversos modos, me proporcionan el sentido del poder, de la belleza o de las discordancias; ya que con la ayuda de mis manos puedo llegar a sentir tanto lo risible como lo admirable en el aspecto de las cosas.
La física me indica cómo puedo vivir cómodamente en un mundo en el cual se desconocen el color y el sonido, pero que está hecho en términos de medidas, formas y cualidades inherentes, ya que al menos cada objeto se presenta a través de mis dedos conservando siempre su posición exacta y no como la imagen invertible al reflejarse en la retina, la cual, según tengo entendido, sólo vuestro cerebro puede restituir a su posición normal por medio de un trabajo infinito y constante. Cualquier objeto tangible pasa en una forma completa a mi cerebro, no pierde su calor de vida en él y ocupa el mismo lugar que en el espacio ya que, sin egotismo, cabe decir que la mente es tan inmensa como el Universo mismo.
¡Qué insignificante sería mi mundo sin la imaginación. En una estatua hermosa encuentro tanto la perfección de la forma corpórea como las cualidades de integridad y equilibrio. No obstante, mi espíritu me impulsa a usar palabras que se hallan íntimamente ligadas con la vista y el oído, aunque sólo puedo adivinar su significado por medio de sus analogías y mi imaginación. Ninguna de las frases que se han hecho sobre la luna y las nubes me entristece o aflige; sino que, por el contrario, transportan mi alma más allá de la realidad que limitó mi desdicha.
Para convencerme a mí misma de que existo, suelo recurrir al método de Descartes: “Pienso, luego existo.” Así me instalo en el mundo metafísico y vivo cómodamente en él, y a aquellos que han dudado de mi existencia les impondré como pena que traten de probar que soy un fantasma.
La obscuridad y el silencio en lugar de apartarme del resto del mundo y encerrarme en mí misma, abren sus puertas, muy hospitalariamente, a las incontables sensaciones que me distraen e informan, amonestan y divierten. Con mis tres fieles guías, el tacto, el olfato y el gusto, realizo infinidad de incursiones en la región limítrofe de la experiencia y visible desde la ciudad de la luz.
La Naturaleza se ajusta a las necesidades de cada individuo. Cada átomo de mi cuerpo equivale a un registro de vibraciones. Diría que la música del órgano convierte en éxtasis los actos del sentimiento. La energía emocionante del aire, que encierra en sí todo un universo, es cálida y arrobadora. El conocimiento universal, en términos generales, es una concepción imaginaria. ¿Qué gran invento no ha existido en la mente del inventor durante mucho tiempo antes de llegar a darle una forma tangible?
Las maravillas innúmeras del universo nos son reveladas en la medida exacta con que somos capaces de recibirlas. La sutileza de nuestra visión no depende de cuánto somos capaces de ver, sino cuánto somos capaces de sentir. Mientras atravieso el espacio continuo e infinito y siento el aire de cada lugar y a cada instante, mi rostro sólo percibe una parte pequeñísima de la atmósfera. Me han hablado de las grandes distancias que separan a la Tierra del Sol y de los otros planetas y estrellas. Multiplico por un millón de veces las medidas extremas de altura y ancho, que obtengo mentalmente con la ayuda del tacto, y de este modo alcanzo a tener un sentido profundo de la inmensidad del cielo. El límite más remoto y al cual mi pensamiento irá libre de obstáculos es el horizonte de la mente. De éste, supongo, proviene el que se capta con la vista.
De acuerdo con todo arte, toda naturaleza y todo pensamiento coherente sabemos que el orden, la proporción y la forma son elementos esenciales de la belleza. Ahora bien, la forma, la proporción y el orden son elementos evidentes al tacto. Pero la belleza y el ritmo son, como el amor y la fidelidad, más profundos que éstos. Surgen de un proceso espiritual ligeramente subordinado a las sensaciones. La forma, la proporción y el orden están imposibilitados de engendrar por sí solos en la mente la idea abstracta de la belleza, a menos que exista ya una comprensión mutua de alma que dé vida a estos elementos. Muchas personas a pesar de poseer una vista excelente, son ciegos en sus percepciones. Otras, aunque dispongan de unos oídos perfectos, son del todo sordas para el sentimentalismo. Sin embargo, son las únicas que se atreven a marcar límites a la visión de los que, careciendo de uno o dos sentidos, poseen voluntad, alma, pasiones e imaginación. La lealtad o la fidelidad no son más que un remedo, si no nos sirven para construir un mundo indeciblemente más perfecto y más bello que el material. En conclusión, yo también puedo construirme un mundo mejor, pues soy otra hija de Dios y, como tal, heredera de un fragmento de la Mente que creó el Universo.
Cuando aprendí el significado del “yo” y el “mi” me enteré de que yo era “algo” y comencé a pensar. El hombre se busca y estudia a sí mismo, y a su debido tiempo encuentra su grado de extensión y el verdadero significado para sí del universo.
 
Vida de Hellen Keller

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