-¿Alguna vez has escuchado la historia del maestro carpintero que iba a jubilarse?
-Creo que no.
El carpintero iba a jubilarse después de muchos años de dedicarse a construir casas. Pero, cuando al principio de su carrera empezó a trabajar con un importante contratista, le habían pedido que hiciera una promesa muy especial.
El carpintero tuvo que prometerle al contratista que cada una de las casas que construyera la consideraría el encargo más importante. Tuvo que prometer que construiría cada casa con dedicación, interés y amor.
Cuando llegó el momento de la jubilación, el carpintero se presentó en el despacho de su jefe para comunicarle que acababa de construir la última casa.
El jefe le dijo que lamentaba verle marchar y le preguntó si estaría dispuesto a hacerle un último favor. <<Solo construye para mí una casa más>>, le rogó, << y te podrás marchar>>.
El carpintero, que sentía un profundo respeto por su patrón o jefe, aceptó y sin más demoras se puso manos a la obra. Pero a diferencia de todas las otras casas que había construído a lo largo de los años, no utilizó toda su experiencia en este último encargo y se aprovechó de todos los trucos del oficio para acabar la construcción en el menor tiempo posible y comenzar pronto su vida de jubilado. Se despreocuó de los detalles y empleó materiales de inferior calidad siempre con el objetivo de terminar cuanto antes.
El carpintero acabó la casa en cuestión de semanas y, una vez más, se presentó en el despacho de su jefe para informarle de que había acabado el trabajo. <<Muchas gracias por el favor>>, le dijo el jefe al carpintero con un tono amable, y a continuación le dio las llaves de la puerta principal de esta última casa. <<Estas son para tí. La casa que acabas de construir es mi regalo por todos tus años de trabajo bien hecho.>>
El carpintero se quedó atónito. No podia creer que la casa que acababa de construir fuera la suya. De haberlo sabido, hubiese puesto todo su empeño.
El carpintero no mantuvo la promesa más importante que le había hecho a su patrón y a él mismo, la promesa de que realizaría su trabajo con todos sus conocimientos y pericia.
Como no cumplió con su compromiso, acabó viviendo en la peor de todas las casas que había construido.
Lo mismo ocurre con nuestras vidas. A veces rompemos las promesas y acabamos viviendo de una manera que dista mucho de ser la ideal, en unas circunstancias que hemos creado con nuestras propias acciones.
Mantener las promesas hechas a los demás fomenta la confianza y enriquece la cultura propia. Ser fiel a las promesas hechas a tí mismo fomenta la autoconfianza y enriquece tú carácter.
Cuento Crecimiento Interior
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