A qué vinimos a este mundo
Si llegaste hasta aquí, seguramente te estés enfrentando al enigma existencialista acerca de a qué vinimos a este mundo, cuál es nuestra misión en esta vida…¿Cuántas veces te has maravillado por el funcionamiento del cuerpo humano? ¿Cuántas veces tu cuerpo ha respondido “mágicamente” a tus necesidades?
Vayamos a un ejemplo claro. Sacando las papas del horno, te quemas un dedo con la fuente caliente. Inmediatamente un ardor intenso envía la señal al cerebro de que se produjo una lesión. Entonces, comienzan a liberarse hormonas y líquidos que inician un proceso de cicatrización y regeneración. En ese preciso momento, entre tantas otras cosas que suceden, nace un grupo de células con el objetivo específico de reparar las capas de piel que fueron dañadas.
Podríamos mencionar infinitos ejemplos en los que se genera un nacimiento en tu organismo para satisfacer una necesidad determinada, sin impresionarte, ya que estas acostumbrado a este tipo de reacciones que suceden a diario.
Ahora bien, detengámonos un segundo en una de esas células que describimos en el ejemplo de la quemadura. Al surgir la necesidad, ella nace, cumple su función y luego trasmuta a otro tipo de energía (sin importar ahora a cuál). Simplemente “hizo lo que vino a hacer”. Ese es el punto en el que quiero detenerme, en realidad es el punto en el que quiero que tú te detengas, para analizar por un momento la vida de esa célula, que nace y desarrolla su misión a la perfección. No emite juicio alguno, no se queja, no pretende más ni menos de lo que le corresponde. Es conciencia pura. Vive el presente y evoluciona hacia una nueva forma de energía superior.
Así como esa célula forma parte de tu organismo, tú perteneces a un organismo mayor. Esa célula es diminuta pero importante a la vez para nuestro organismo y tú eres igual de diminuto e importante para el organismo al cual perten
¿Pero eres capaz de aceptarte como algo diminuto? ¿Eres capaz de reconocerte como algo importante? Pues lo aceptes o no, lo eres. Y está en ti la decisión de comenzar a ver la vida desde otra perspectiva. No se trata de una imposición ni mucho menos. No pretendo convencerte. Simplemente te invito a que mires a tu alrededor a través de tu sentido común.
Ninguna verdad puede ser trasmitida. La verdad es una experiencia, no puede expresarse con palabras. Pero creo fuertemente que sí es posible y hermoso sembrar una semilla de verdad para que alguien hambriento la riegue y se alimente de su propia cosecha. Ese es el humilde propósito del proyecto Ser Interior.
Observa la naturaleza a través de los ojos del amor, solo allí encontrarás las respuestas a todos tus interrogantes.
El día de tu nacimiento, al igual que todos los días, el sol irradiaba su energía sobre la Tierra. Sus rayos se dirigían hacia el globo terráqueo directamente a través del vacío y mediante el reflejo en los demás planetas del sistema solar.
De esta forma, a través de esa energía solar, se comunicaron las necesidades, y así fue que naciste tú. De hecho así es como nace todo en este planeta. Así fue que llegaste a este mundo, con una misión específica y con las cualidades necesarias para llevarla a cabo.
Recuerdas aquella célula que acudió a la quemadura de tu dedo? Ahora bien. ¿Estas al tanto de cuál es tu misión en esta vida? Posiblemente no lo sepas. Y esto no se deba a que seas “tonto” ni “malo”, nada de eso. El problema es simple: tu misión es algo natural y tú te has alejado por completo de tu naturaleza. Y no es que sea solo responsabilidad tuya, simplemente te han enseñado mal algunas cosas desde que eras pequeño.
No hace falta ser un genio para darse cuenta que la educación que recibe la mayoría de los seres humanos de esta era está basada en la ambición personal, la violencia, el dinero, el poder y, sobre todo, en el miedo. Se educa en base al miedo.
Desde temprana edad te enseñaron fechas de batallas, falsas historias religiosas, política, cuentas… fomentando continuamente la competencia con tus pares. Desde que estabas en el vientre comenzaron a forjar tu carácter, tu personalidad. Pero nadie nos enseñó alguna vez a preguntarnos a qué vinimos a este mundo.
Primero fue tu familia, a pesar de sus buenas intenciones, luego el colegio, quizá la universidad y, por supuesto, el trabajo. Y mientras todo eso pasaba, tú te alejabas infinitamente de tu misión. Mientras te incrustaban en la cabeza la necesidad de “ser alguien”, te fuiste alejando de quien en verdad eras, de quien aún eres en lo más profundo de tu ser.
Pero todo esto es pasado y el objetivo es centrarnos en el presente, en tu presente. En este preciso momento de tu vida. Hallar esa misión de la que venimos hablando puede ser mucho más sencillo de lo que parece. Lo único necesario es una voluntad capaz de superar todos esos años vividos en un estado puramente mental para contactarte con tu centro, con tu espiritualidad.
Y con esto no me refiero a que debas volverte un monje ni mucho menos, sino a que comiences a desarrollar ciertos poderes que han estado dormidos en ti durante estos años.
Existen infinitos caminos para encontrarte contigo mismo. El simple hecho de desear conocer más sobre ti, te abre las puertas del conocimiento.
Cuando te formulas una pregunta de la cual no conoces la respuesta, se abre en ti todo un campo de posibilidades.
Las grande preguntas ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿A qué vinimos a este mundo? hacen que se activen nuevos circuitos en tu cerebro, se expande tu conciencia y te inicias en un viaje de descubrimientos. Recuerda que todo el conocimiento humano, a lo largo de la historia de la humanidad, ha nacido de preguntas. Sin embargo, la mayoría de la gente opta por permanecer en la seguridad que brinda lo conocido en vez de evolucionar hacia el infinito mundo de lo desconocido.
Ahora bien, hacerte las preguntas, requiere que estés atento y abierto a las respuestas. Si te mantienes alerta, podrás encontrar las respuestas en donde menos lo imaginas: en una canción que pasan en la radio, en un libro, una revista, en algo que le dice una señora a otra en el colectivo… en cualquier lado, solo basta con estar atento.
Pero no puedes estar atento mientras estás permanentemente recordando cosas del pasado o planeando cosas a futuro. Atento (a=no, tento=tenso) significa “no tenso”, estar relajado. Por esto existe un solo momento para estar atento a esas respuestas y ese momento es el presente. Vivir plenamente el momento presente.
Crecimiento Interior. Osho
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada