dilluns, 15 d’octubre del 2012


Cuando la naturaleza se presenta como un regalo en tu vida, nace una autentica afinidad con el mundo en que nos ha tocado vivir, la belleza de la tierra, de sus bosques, de los ríos, del mar, de la vida en si misma va despertando en tu interior, naces de nuevo cada día.
El fluir del agua entre las piedras, la lluvia mojando las hojas caídas, el sol lentamente filtrando sus rayos entre la copa de los árboles, la hierba húmeda bajo tus pies, sensaciones de plenitud.
La naturaleza y el silencio, juntos en un espacio de tiempo, un instante efímero, pero que queda grabado en el archivo vital de cada uno.
Se nos presenta a menudo, a veces buscándolo, otras inesperadamente, y siempre, lo necesario para disfrutarlo es, concedernos aunque sea un segundo a nosotros mismos, dejar que nos envuelva, y saborearlo.
Muchas veces, al encontrarnos junto a un río, la mirada es como una mano que buscara capturar el agua en movimiento, cuando la imagen se presenta golpea con fuerza en la retina, el sonido de su paso a nuestro lado, es como escuchar la poesía que la naturaleza nos regala.
Solo es necesario saber escuchar, saber ver.
La corriente de agua se alimenta de la tierra y al tiempo la nutre, fluye como la vida misma desde el interior, suave, sedosa, pero su fuerza se demuestra a través de su tenacidad, busca caminos, los recorre, y si es necesario, los crea. Es vida
Avanza contenta, entre la naturaleza y las rocas, a una la alimenta, las otras le enseñan el camino, es el río, es el agua, es la vida, si, es la vida. Esa vida libre, que fluye desde el interior, que canta cuando cambia de velocidad y de sentido, que aumenta su ritmo en las pendientes para disfrutar del sosiego en las ensenadas.
Sin constancia del tiempo necesitado, en su descenso se abrió camino. Es constante, nació de una pequeña fuente y a lo largo de su recorrido recoge otras corrientes, van fundiéndose en ella, su perseverancia ha propiciado la belleza que nosotros podemos observar, la suavidad de su alma de agua es quizá su mayor fuerza, ya que se nutre del Amor real, de la naturaleza en estado puro, se alimenta de la lluvia, de la nieve de la montaña y al tiempo la comparte, con la tierra, con la vegetación, con nosotros...

Libro de la Serenidad

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