dissabte, 31 d’agost del 2013

 
 
 
 
 
 
A la mayoría de nosotros nos han transmitido desde muy pequeños la importancia de tratar con respeto a las demás personas y a nuestro entorno. Desgraciadamente, el cultivo del auto-respeto no ha recibido tanta atención.
 
Respetarse a uno mismo es atender y satisfacer las propias necesidades y valores y expresar y manejar de forma conveniente sentimientos y emociones, sin hacerse daño ni culparse.
 
Aunque esta habilidad  resulta básica para nuestro bienestar, a menudo vivimos dándole la espalda. Muchas personas guían su conducta según lo que los demás esperan de ellas, sin pararse a pensar en lo que ellas realmente necesitan. Este patrón hace que a menudo conozcamos a personas que han tomado decisiones vitales importantes teniendo en cuenta solamente el exterior, de forma que acallan lo que llevan dentro, lo que realmente son: escogen carrera según el anhelo de sus padres, deciden tener hijos porque a sus parejas les hace ilusión, e invierten muchas horas de sus vidas en actividades que no les hacen felices sencillamente porque es “lo que toca hacer”, lo que creen que se espera de ellos.
 
Mantener esta actitud de forma prolongada en el tiempo suele provocar problemas emocionales a largo plazo debido a una sencilla razón: las necesidades reales se pueden acallar momentáneamente, pero es imposible silenciarlas para siempre.
 
A menudo, la negación continuada de la propia satisfacción acaba saliendo a flote al cabo de los años en forma de un cansancio o insatisfacción difusos: uno tiene la sensación de que las cosas no acaban de ir bien, se siente como alienado de sí mismo. Esta sensación, aunque inicialmente desagradable, es extremadamente valiosa debido a que es la herramienta que usa nuestro interior para alertarnos de que llevamos algún tiempo “desconectados”. La metáfora del enchufe y la bombilla nos puede ser útil para comprender esto: cuando actuamos en consonancia con lo que realmente somos brillamos como si fuésemos una bombilla conectada a la red eléctrica. Sin embargo, cuando nos dejamos de escuchar a nosotros mismos  y vivimos nuestra vida sólo teniendo en cuenta el exterior esta conexión se rompe: al igual que la bombilla, poco a poco nos vamos apagandoi y nuestra energía disminuye.
 
Como ocurre con el respeto hacia los demás, el auto-respeto no es algo estático que se tiene o no se tiene, sino más bien se trata de una habilidad que podemos cultivar a lo largo de nuestras vidas.  
 
El primer paso es observarte y preguntarte si estás viviendo tu vida como realmente deseas, si tienes en cuenta tus necesidades a la hora de decidir cómo manejar tus asuntos y si  actúas según tus propios valores en tu día a día.
 
Respondiendo con sinceridad estas cuestiones podrás ser consciente de si en este momento de tu vida te estás respetando plenamente o no: este es el primer paso para la mejoría. Si te das cuenta de que no es así no te preocupes, ahora tienes la oportunidad de hacer que esto cambie.
 
Intenta clarificar los valores que guían actualmente tu vida y replantéate su importancia: ¿realmente crees en ellos? ¿son importantes para ti? ¿hay otros valores que sean importantes que no estés teniendo en cuenta? Puedes ayudarte de lápiz y papel para organizar tus ideas. Seguramente acabarás tomando consciencia de algunas de tus necesidades actuales a las que actualmente no prestas mucha atención, a la vez que descubrirás que estás invirtiendo tus recursos en cosas o actividades que quizá no son tan importantes para ti.
 
Una vez hecho este proceso la solución es fácil: intenta quitar tiempo y energía a lo que no te resulta importante en realidad e inviértelo en dirigir tu vida hacia donde realmente quieres. Haciendo esto comprobarás como poco a poco empiezas a brillar con más fuerza.
 
Respetarse a uno mismo es, en definitiva, darse la oportunidad de ser feliz. Es tomar las riendas de la propia existencia y trabajar día a día para mantenerse conectado  con lo que uno realmente es pese al incesante ruido exterior.
 
Crecimiento Interior

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